La Década Infame
Historias de la Patagonia III
Entre 1920 y 2001, Monte León perteneció a la familia Braun. Los Braun eran judíos alemanes originarios de Letonia, la república del Báltico, por ese entonces gobernada por Rusia. Tras un breve paso por Paraguay, los fundadores de la rama sudamericana de la familia, el modesto hojalatero Elías Braun y su esposa Sofía Hamburger se establecieron en 1864 en la recientemente fundada colonia chilena de Punta Arenas. Uno de sus hijos, Moritz o Mauricio Braun, fue un notable hombre de negocios, cuyos intereses abarcaron el comercio, la industria naviera, el flete marítimo y las estancias ovejeras, una de las cuales fue Monte León.
Mauricio Braun fue uno de los principales factores económicos que hicieron de Punta Arenas, una remota colonia penal, pero también, antes de la apertura del canal de Panamá, la única ciudad sobre el estrecho de Magallanes, paso obligado entre el Atlántico y el Pacífico, una próspera y progresista ciudad.
La familia Braun tenía su base en Punta Arenas, donde los originadores de la rama, los padres de Mauricio Elías Braun y Sara Hamburger, habían llegado en 1864, pero las conexiones y ramificaciones de sus negocios con Inglaterra eran muchas y muy profundas.
Los negocios de los Braun también estuvieron vinculados a otros capitales europeos, particularmente alemanes, Elías procedía de las colectividades de origen germano asentadas en Letonia. Moritz llegó a ser cónsul en Punta Arenas tanto de la Rusia imperial, que entonces regía Letonia, como de Estados Unidos. Su socio Blanchard tenía la representación diplomática de Francia como vicecónsul.
Además del genio de Moritz, o don Mauricio, para los negocios, otra de sus características más notables es el esencial cosmopolitismo de su persona, que le permitió ser intermediario permanente entre los intereses más disímiles y a veces enfrentados. Esta calidad internacional era compartida con su medio de influencia: la multiétnica Punta Arena, paso comercial entre océanos, zona libre de impuestos, última frontera austral del planeta.
Moritz habla y escribe fluidamente el alemán, el inglés y el castellano, y es como "tenedor de libros" del portugués José Nogueira, el primer pionero en explotar en escala y con buen éxito las oportunidades de negocios de Punta Arena que inicia su carrera. Las capacidades idiomáticas y administrativas de Braun fueron el complemento natural para Nogueira, cuya comprobada capacidad para los negocios iba acompañada de escasas letras.
Eventualmente Sara, hermana de Moritz casó con Nogueira, y el propio Moritz casó con Josefina Menéndez Behety, hija de José Menéndez, sin duda el más poderoso e influyente hombre de negocios de la Patagonia. El yerno colaborará y a veces competirá con el suegro, asturiano, y que había hecho fortuna en Cuba y Buenos Aires antes de recalar en Punta Arenas, hasta que se asocian en 1908.
Lejos del estilo autocrático y a veces espectacular de su suegro, el afable y sobrio Braun se movió toda su vida como intermediario entre polaridades a primera vista difíciles de conciliar: de las latitudes boreales del Báltico al extremo sur; en el paso entre océanos que lo llevó a manejar una compleja red de intereses tanto sobre el Pacífico como sobre el Atlántico; de su nacionalidad rusa a su lengua y costumbres alemanas; de su compromiso natural con los intereses alemanes a una relación aún más fluida con los ingleses triunfantes; del devoto judaísmo de su padre y el agnosticismo socializante de su madre al catolicismo militante (Braun construyó y donó el importante templo católico del Patrocinio de San José en Buenos Aires y recibió una condecoración papal); de ser chileno por adopción a finalizar sus días en Buenos Aires, con la mayor parte de sus hijos casados con argentinas.
El proceso de gradual absorción de Monte León por la empresa familiar de Braun y Menéndez ilustra con gran aptitud el inteligente equilibrio, y clarividente empleo de la mucha información que necesariamente pasaba por sus manos, que don Mauricio supo mantener en sus emprendimientos. Braun participaba en el directorio de la empresa de capital alemán Compañía Estancia Santa Cruz, propietaria de un conglomerado de estancias en Chile y Argentina. El paquete accionario de ésta es eventualmente vendido, en 1912, a la inglesa South Patagonian Sheep Farming Co., uno de cuyos accionistas mayoritarios era, una vez más, Braun.
En mayo de 1914, tres meses antes del estallido de la 1ra Guerra Mundial, la SPSF Co. es única propietaria de las tierras, que para ese momento incluyen Monte León. Las crónicas del gran historiador de la Patagonia, hijo de Mauricio, Armando Braun Menéndez nos pintan a la colectividad de origen europeo de Punta Arenas dividida por la guerra, con Don Elías fumando hoscamente su pipa en el bar del hotel alemán, distanciado de sus amigos y asociados ingleses. Este estado de cosas no afectó, obviamente, los negocios de Mauricio. Finalmente, la estancia queda, a partir de 1920 y hasta el 2001, por completo en manos de la empresa familiar de Braun y Menéndez.
A través de distintas empresas, Mauricio Braun, y eventualmente sus diez hijos y sus descendientes, llegó a ser propietario directo de treinta estancias en la Patagonia en la primera década del siglo 20. También participó asociándose en distintos porcentajes a buena parte de la ola de nuevos estancieros. Estas asociaciones terminaron a menudo con la absorción del socio menor por el mayor.
Historias de la Patagonia II
Los primeros hombres blancos que se acercaron a la conocida península valdés fueron expedicionarios españoles. El 24 de febrero de 1520 una expedición compuesta de cinco naves, comandada por Hernando de Magallanes, entró al Golfo Nuevo (ellos lo denominaron entonces Bahía de San Matías y/o Bahía Sin Fondo).
De esta forma el Golfo Nuevo se convierte en el primer lugar donde el hombre blanco tomó contacto con la provincia del Chubut en su primer viaje alrededor del mundo. En 1779 Basilio Villarino lo avistó nuevamente y lo llamó Puerto Nuevo. Más tarde se descubrió que no era una Bahía y fue llamada Golfo Nuevo, posteriormente el nombre de San Matías pasó al Golfo situado al norte de la Península Valdés.
En 1778 el rey Carlos III de España decide poblar toda la Patagonia, en virtud de rumores de que Inglaterra trataba de apoderarse de sus dominios sureños. Así, una expedición al mando de Juan de la Piedra parte de Montevideo el 15 de diciembre de 1778 rumbo al sur. El día 5 de enero de 1779 divisan a proa "una tierra que sale afuera y una gran ensenada a la derecha", (estaban en el Golfo San Matías) y comprueban la presencia de ballenas "que cuando resollaban parecía el mar lleno de velas".
El día 7 amanecen dentro de un golfo al que llamaron Golfo San José. El mismo día Pedro García es el primero desembarca en lo que hoy es playa Villarino. El día 20 Juan de la Piedra comienza la construcción del Fuerte San José y se establecen algunos hombres permanentemente aquí y en las cercanías de la Salina Grande. El ganado, principalmente los caballos, atrajo a los indios quienes a menudo solicitaban alimentos o animales a los pobladores. Esto trajo una amenaza permanente, sin embargo la situación permaneció relativamente estable hasta 1810.
En el fuerte del Carmen (Provincia de Río Negro) se produjo un incidente entre un grupo de indios provenientes de la Península Valdés y el comandante del fuerte. A raíz de un castigo a los indios, los mismos se vengaron arrasando entre el 7 y 8 de agosto al fuerte San José y un destacamento en las "Fuentes de Villarino" (Salina Grande, uno de los pocos lugares con agua dulce). De la población, 19 personas fueron tomadas cautivas, pero 5 lograron escapar y llegaron a Carmen de Patagones (Río Negro). Una persona más, conocida como "tío Fernando" quien estaba cautivo por otro grupo de indígenas, logró escapar y volver al Fuerte San José.
Allí solo quedaban los restos de las construcciones y un perro con vida. Tio Fernando esperó un año y medio para ser rescatado, hasta que por fin decidió ir hasta Río Negro. Después de un mes de caminata logró llegar al fuerte del Carmen donde se reencontró con el resto de los sobrevivientes que lo daban por muerto. Este evento es prácticamente la única victoria de los aborígenes en la Patagonia contra los dominios del hombre blanco. Entre 1810 y 1820 empiezan a recorrer las costas de la Península algunos barcos de propiedad privada, cuyo cometido era la extracción de lobos marinos, ballenas y el ganado alzado que había quedado desde 1810.
En 1824 se establece una estancia en las salinas (Estancia del Rey) y para 1850 ya no queda más ganado alzado, debido a las cacerías indiscriminadas de estas expediciones y la recolección de los indios. Alrededor de 1850 algunos empresarios se comienzan a interesar en la calidad de los campos y la calidad de la sal en las salinas.
En 1882 se instala definitivamente don Gumersindo Paz, en la denominada Aguada Grande. Fue el primero en traer a su familia, algunas ovejas y 36 yeguas y trazar un camino hasta Puerto Madryn. Don Felix Olazabal en el año 1897 se radica e unas cuevas naturales, donde está hoy la población de Puerto Pirámides.
En 1888 don Alejandro Ferro se hizo cargo de la administración de campos de la Compañía Cinzano (Sus descendiente son propietarios en la actualidad de gran extensión de campos en la Península Valdés). La crianza de lanares, la explotación de salinas y otras actividades hacen que la Península Valdés adquiera cierto auge.
El 14 de julio de 1900 se funda Puerto Pirámide. En las primeras décadas de 1900 se hace una explotación indiscriminada de lobos y elefantes marinos que tiene una incidencia notable sobre las poblaciones de lobos. En la década del 60, con la llegada de los caminos desde el norte del país y el crecimiento de las ciudades de Puerto Madryn y Trelew, se promociona a la zona como un área turística. En la década del 70 se comienzan a desarrollar actividades de avistaje de ballenas y se crean nuevas reservas faunísticas.
Historias de la Patagonia
Sobre el mediodía, y en plena bajante, un tercer barco intentó franquear la desembocadura pero quedó varado en los bancos exteriores, impidiendo el desplazamiento de la cuarta nave que avanzaba detrás.
A esta altura de los hechos, y sin posibilidades de trabar combate con los invasores, la infantería se replegó en dirección al Fuerte junto a los corsarios de los comandantes Harris, Dautant y Soulin y a los hombres del gaucho Molina. Dos negros y el corsario Fiori, de origen Italiano, mueren durante estas acciones.
La población se prepara para resistir
Luego del choque en la desembocadura, y sin que se volvieran a producir nuevos enfrentamientos, el comandante de la "Chacabuco", capitán Jorge Santiago Bynon, es designado para ejecutar el plan defensivo.
El informe de Melchor Gutiérrez será decisivo. Adelantado con un puñado de hombres al escenario controlado por los brasileños, Gutiérrez examina el deplorable estado que presenta la Escuadra por el desconocimiento que sus jefes tenían del río. La suerte de la "Duquesa de Goyaz", que había varado el 28 de febrero en los bancos exteriores, era irremediable. El oleaje, y el insistente viento proveniente del mar la estaban demoliendo. A su vez, la "Itaparica" presentaba una encalladura en el estacionario. Estas novedades producen un giro en los planes: Bynon debe preparar una escuadra para pasar a la ofensiva y atacar la debilitada fuerza del comandante James Shepherd. Sin embargo, el desconcierto parece reinar entre los defensores. Algunos proponen, como el corsario Doutant, concentrar todas las fuerzas en Patagones y esperar a los brasileños. Otros, como Ambrosio Mitre -
Patagones no tiene un fondo estratégico para retirarse si el enemigo logra llegar al puerto. ¿Para dónde marchar? ¿Remontar el río con toda la población? ¿Internarse en el campo? ¿A quién acudir en caso de una retirada en pleno confín del mundo? No hay muchas salidas. Con el río bloqueado en poder de los invasores y a mil kilómetros de Buenos Aires, el pueblo debe tomar las armas para enfrentar al enemigo.
Felipe la Patria fue uno de los héroes del combate del 7 de marzo de 1827.
Murió a los 104 años en 1892.
Las acciones sobre la orilla de Viedma
Luego de permanecer un día en alta mar, la "Constancia" logra atravesar la barra con los sobrevivientes de la "Duquesa de Goyaz", la corbeta insignia de la expedición que se hundió en la desembocadura tras permanecer cinco días encallada en los bancos exteriores.
Sobrepasada en su tonelaje y con el peligro de varar en el estuario, el comandante de la "Constancia" decide un desembarco en inmediaciones de lo que hoy se conoce como el "Pescadero" para aligerar su carga y redistribuir a los náufragos en el resto de las naves.
El propósito de los invasores era desembarcar para marchar por tierra hasta la altura del estacionario donde estaba varada la "Itaparica" y el "Escudero". Pero un grupo de milicianos que tenían la misión de custodiar la margen sur los tomó por sorpresa. Los invasores abandonaron sus botes de desembarco y gran cantidad de pertrechos que inmediatamente fueron incendiados por los defensores.
Los milicianos de Olivera
Patagones, pese a los días que ya habían transcurrido desde que la Escuadra Imperial había hecho su aparición en la desembocadura, no terminaba de adoptar un plan para hacerles frente.
El 5 de marzo se decide convocar un Consejo de Guerra con el propósito de establecer un curso de acción definitivo. La Escuadra, reducida a la mitad de su poder original por el hundimiento de la "Duquesa de Goyaz" y el encallamiento de la "Itaparica", se había adelantado hasta la Estancia de Rial para aprovisionarse de víveres. Esta situación favorecía un ataque con los barcos corsarios aunque, de acuerdo con la opinión del práctico Guillermo White, la operación presentaba muchas dificultades por las características del río Negro.
Al tiempo que se cumplían distintas tareas en el Fuerte para protegerse de un posible ataque de la infantería brasileña y tomaban posiciones en el lugar los negros libertos del coronel Pereyra, la caballería, integrada por vecinos armados y los 22 "tragas" del gaucho Molina, eran adelantados a Laguna Grande - bajo las órdenes del subteniente Olivera -, con la misión de determinar la ubicación del enemigo y el posible escenario desde donde podrían consumar un desembarco.
La caballería tomó posiciones en el lugar en horas de la tarde, tras lo cual Olivera dispuso que un grupo de vecinos, a cargo de Cabrera, marche hacia el cerro de Pepe Rial para efectuar tareas de reconocimiento.
Alrededor de la diez de la noche del 6 de marzo, dos centinelas de este grupo avistan una división de infantes brasileños que había desembarcado más abajo de la estancia de Rial con la aparente intención de inspeccionar el terreno.
Frente a este cuadro de novedades Olivera decide que el Juez de Paz Alfaro marche hasta el Fuerte para transmitir la información y destaca a un nuevo grupo para que siga de cerca la acción del enemigo.
Por esas horas, el comandante de los invasores, James Shepherd, acababa de confirmar a sus oficiales la realización del plan que había articulado los días anteriores: avanzar por tierra durante toda la noche para sorprender a Patagones con las primeras luces del 7 de Marzo.
El triunfo
Alrededor de las dos de la mañana del 7 de marzo de 1827, las tropas brasileñas inician su marcha hacia El Carmen desde un punto ubicado a unos dieciocho kilómetros río abajo, al este del Cerro Dirección. La fuerza, compuesta por cuatrocientos efectivos y trece oficiales, fue conducida hasta el Cerro de la Caballada por un negro brasileño. El baqueano - que había vivido un tiempo en Patagones luego de ser tomado en una de las presas del corsario "Lavalleja" -, para eludir las zonas barrancosas y cortadas de la costa se internó por el monte cerrado, sometiendo a los invasores a una difícil travesía.
El calor sofocante y los terrenos arenosos de la ruta elegida, pronto comenzaron a minar la energía de los agresores que durante todo el trayecto estuvieron privados de agua y con el río demasiado lejos para obtenerla.
A las cinco y media de la mañana, cuando ya el negro del "Lavalleja" había enfilado la columna hacia el Cerro de la Caballada, distante a unos cuatro kilómetros, los hombres del subteniente Olivera apostados en Laguna Grande se preparaban para una nueva vigilia.
Ninguno de los dos bandos sabía, obviamente, que estaban separados por apenas un kilómetro de monte y que en pocos minutos se trabarían en combate.
En esos momentos, Francisco Herrero y Domingo Miguel son mandados por Olivera a buscar unas reses para carnear y racionar a los milicianos. Se internan hacia el norte. A poco andar comprueban una infinita cantidad de huellas que delatan la presencia del enemigo. En menos de quince minutos están frente a Olivera con la novedad y toda la caballada, a brida suelta, sale en busca de la gloria.
Los brasileños, por su parte, ignoraban que los milicianos estaban alertados y empeñaron los últimos alientos para trepar por el cerro desde el que pensaban rendir sin mayor trámite al pueblo de Patagones.
En los pliegues del uniforme del capitán James Shepherd - uno de los primeros enemigos que cayó bajo el fuego de los defensores - se encontró una carta en la que requería la rendición: "Permaneced tranquilos en vuestros hogares; vuestras personas y propiedades serán respetadas, en caso de acceder a mi justa solicitud; pero en caso contrario incendiaré todas vuestras propiedades". Para su desazón, el comandante imperial comprobó que toda la población estaba en pie de guerra y que su demanda, en Patagones y Viedma, jamás encontraría destino.
La masonería Argentina
La masonería europea nace allá por el año 1717, con la fundación de la Gran Logia de Inglaterra y su difusión a partir de esa fecha por el viejo y nuevo mundo.
Según documentos encontrados en la ciudad de Buenos Aires y por otros existentes en el archivo de la Gran Logia de Inglaterra, esta ultima, con fecha 17 de abril de 1735, siendo su Gran Maestre Tomás, segundo vizconde de Weymouth, designa al caballero Randolph Took como Gran Maestre Provincial para América del Sud.
Dado que la Gran Logia de Inglaterra recién a partir de 1750 empezó a tener matricula de sus miembros, carecemos de mayores datos sobre el antes mencionado Took y los masones que pudo haber iniciado en aquella época. Su nombre figura en 1730 como miembro de la Logia Emulación Nº 21 de la ciudad de Londres, cuya fundación data en 1723.
Primer gran Maestre Provincial
En una nomina de Grandes Maestros Provinciales, que aparentemente se remonta al ano 1737, Took sigue figurando con el referido titulo así como las Logias fundadas por el que continuaban en actividad: su nombre no figura en cambia en los registros del ano 1750, lo cual hace presumir que en el ínterin haya fallecido.
En la ciudad de Buenos Aires encontramos a Took entre 1735 y 1737, ocupándose aparentemente de negocios, ya que realiza varios viajes entre la ciudad de Buenos Aires y la región del Caribe y Brasil.
Contrariamente a las afirmaciones contundentes de Juan Canter, se ha podido comprobar como cierta la existencia en Buenos Aires de una Logia denominada Independencia, fundada a fines del siglo XVIII y que obtuvo Carta Constitutiva de la Grande Loge Generale Ecossaise de France, cuerpo este que fue absorbido el 8 de enero de 1805 por el Gran Oriente de Francia, quedando la antes mencionada Logia en libertad de acción sobre su futuro.
A fines también del siglo XVIII, el portugués Juan de Silva Cordero, funda la Logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de esta parte de América, con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland. Los títulos distintivos de ambas Logias indican bien a las claras cuales eran las fina1idades perseguidas por sus organizadores: la independencia y la fe1icidad de esta parte de América.
Durante las Invasiones Inglesas, en el seno de los regimientos que llegaron a Buenos Aires había Logias que funcionaban con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda. Los miembros de esas Logias constituyeron en Buenos Aires las Logias Hijos de Hiram y Estrella del Sur, ambas también con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda, y en cuyo seno fueron iniciados muchos criollos.
Al producirse la Revolución de Mayo existía en Buenos Aires una logia presidida por el doctor Julián B. Álvarez. Se desconoce con exactitud el nombre de la referida logia, ya que unas veces aparece con el de San Juan y otras con el de Independencia. Dado que todas las Logias Masónicas se denominan Logias de San Juan, cabria la hipótesis de que el de Independencia fuera el verdadero titulo distintivo de la Logia y esta fuera la misma fundada a fines del siglo XVIII.
La Logia, presidida par el doctor Álvarez, tiene una importancia fundamental por cuanto de entre sus miembros fueron seleccionados aquellos que secundarían a Alvear, San Martín, Zapiola y demás masones viajeros que llegaron en la fragata Jorge Canning, para la fundación de la Logia Lautaro de Buenos Aires.
La Logia Lautaro fue fundada en 1812 y sus integrantes formaron posteriormente las lautarinas o lautarias de las ciudades de San Fe, Córdoba y Mendoza en la Argentina, y la de Santiago de Chile.
Además de las Logias lautarinas, durante las guerras de la independencia hubo sendas Logias en el Ejercito de los Andes y en el Ejercito del Norte, la primera presidida por el Libertador y la segunda por Belgrano.
El general Belgrano funda además la Logia Argentina de la ciudad de Tucumán, denominada posteriormente Unidad Argentina y que trabajo con Carta Constitutiva otorgada par la Masonería de Nueva Granada. Véase respecto de las actividades masónicas del general Belgrano el estudio realizado por Arturo Gambolini, organizador del Archivo Histórico de la provincia de Salta.
Acerca de esas Logias se ha entablado una polémica, mas de una vez apasionada, sobre si eran o no masónicas. Los que les negaron tal carácter sostienen que "aparte del formulismo masónico esas agrupaciones tenían fines patrióticos y que sus componentes eran profundamente católicos".
Se pone particular énfasis en esto ultimo por haber sido la Masonería reiteradamente condenada par las autoridades del Vaticano desde el 28/4/ 1738, en que apareció la "constitución" In Eminenti Apostolatus Specula, de Clemente XII. Sobre esa encíclica se baso Felipe V en 1740 para legislar en contra de los masones, ejemplo que se imitó con el Real Decreto del 2 de julio de 1751 y otras sucesivas medidas de las autoridades españolas hasta la actualidad, en que el gobierno franquista condena el "delito de Masonería" con una pena mínima de doce años y un día de prisión.
Por su parte, el Vaticano ha seguido condenando a la Masonería a trabes de las "constituciones" de Benedicto XIV, del 18 de mayo de 1751, titulada Próvidas Romanorum; de Pío VII, del 13 de setiembre de 1821, titulada Ecclesiam a Jesu-Christo; de León XII, del 13 de marzo de 1825, Quo Graviora; las encíclicas de Pío VIII, del 21 de mayo de 1829, Traditi Humilitati Nostrae; de Gregorio XVI, del 15 de agosto de 1832, Mirari Vos, que esta dirigida contra los errores del mundo moderno; de Pío IX, autor de varias, las más importantes de las cuales son Qui Pluribus, del 9 de noviembre de 1846, Syllabus, del 8 de diciembre de 1864, Multiplices Inter, del 21 de septiembre de 1865, Ex Epístola, del 26 de octubre de 1865, Apostolicae Sedis, del 12 de octubre de 1869, y Etsi Multa, del 21 de noviembre de 1873; y final mente, León XIII, con su Humanum Genus, del 20 de abril de 1884, seguida de una Instrucción Publica del Santo Oficio "De Secta Massonum", del 7 de mayo de 1884, "Proeclara Gratulationis", del 20 de junio de 1894, Annum Igressi, del 18 de marzo de 1902, sin contar la declaración hecha oficialmente el 19 de marzo de 1950, a través de las columnas del Osservatore Romano, órgano periodístico oficioso del Estado Vaticano, en el sentido de que las condenaciones de la Masonería se mantienen en toda su integridad.
Al argumento de que siendo los patriotas de 1810 y de la independencia argentina profundamente cató1icos no podrían ser masones, ya que la Iglesia había "condenado la secta", se puede contestar que con ese criterio esos mismos hombres, ante la aparición de las bulas de Pío VII, del 30 de enero de 1816, y las de León XII, del 24 de septiembre de 1824 y del 10 de febrero de 1825, en que se condenaba a los movimientos libertadores de América, debían abandonar las armas y volver a someterse a Fernando VII y sus sucesores.
En 1821 un grupo de constitucionalistas españoles 1legan a Buenos Aires, fundando la Logia Aurora, bajo los auspicios de la Masonería española. Con la muei1e del general Rafael del Riego y Núñez, varios de sus partidarios llegaron a Buenos Aires, formando otra logia con el titulo distintivo de Libertad, bajo los auspicios del Gran Oriente N. Español. De esa época datan también la Logia Fénix, fundada bajo los auspicios de la Gran Logia de Maryland, así como la Valeper, fundada por Lafinur.
La Southern Star, Estrella sureña
En 1825 un grupo de súbditos estadounidenses organizan Estrella Sureña (Southern Star) con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Pensilvania. En esa Logia incorporase don Bernardino Rivadavia. La Logia siguió trabajando hasta que en el ano 1829, ya baja la influencia rosista, fueron perseguidos sus integrantes, viéndose obligados muchos de ellas a emigrar a Montevideo, donde formaron la Logia Asilo de la Virtud, con Carta Constitutiva también de la Gran Logia de Pensilvania.
Durante la tiranía surgieron numerosas Logias conocidas con la denominación genérica de Unitarias, por cuanto la mayoría, si no todos sus componentes, se oponían al régimen sanguinario de Rosas. En esas Logias militaron muchos de los más allegados, e incluso cercanos parientes de Rosas. Algunas de esas Logias llegaron hasta nuestros días: v.g., la de San Juan de la Frontera, de la ciudad de San Juan; la Constante Unión, de la ciudad de Corrientes; y la Jorge Washington, de la ciudad de Concepción del Uruguay.
Por su parte, Garibaldi, durante su estada en Entre Ríos, en 1837, funda una Logia en Gualeguaychú.
Después de Caseros los masones siguen agrupándose y surgen varias Logias argentinas y algunas extranjeras. Entre las primeras cabe mencionar la Logia Fraternidad de San Nicolás de los Arroyos, fundada por José A. Melián, y las Logias Concordia, fundada en 1852, Constancia, en l 855, Unión del Plata, en 1855, y Confraternidad Argentina, en 1856, estas ultimas de la ciudad de Buenos Aires. Esas Logias trabajaban bajo los auspicios de la Masonería brasileña o del Uruguay.
Entre las Logias extranjeras recordamos la Logia Amie des Naufrages, integrada por franceses y que trabajaba baja los auspicios de la Masonería francesa; y la Logia Excelsior, fundada en 1853 por un grupo de residentes ingleses, bajo los auspicios de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
El 1 l de diciembre de 1857 siete de las Logias existentes en la ciudad de Buenos Aires: Unión del Plata, Confraternidad Argentina, Consuelo del Infortunio, Tolerancia, Regeneración, Lealtad y Constancia, se agrupan y constituyen la actual Gran Logia de la Argentina, eligiendo como primer Gran Maestre al doctor José Roque Pérez, distinguido jurisconsulto, diplomático, hombre publico y eminente filántropo.
Acompañaron al doctor José Roque Pérez en su gestión el doctor Pedro Díaz de Vivar, en calidad de Pro Gran Maestre; el doctor Nicanor Albarellos y el coronel Santiago Rufino Albarracín, como Grandes Vigilantes; el doctor Eustaquio J. Torres, como Gran Orador; el doctor Fernando Cruz Cordero, como Gran Secretario; don Federico Álvarez de Toledo, como Gran Tesorero; y el doctor Alejandro Brown, como Gran Hospitalario.
El cuadro del 25 de julio de 1859
Según un cuadro del 25 de julio de 1859, había las siguientes Logias: Unión del Plata Nº 1 con 110 miembros y Venerable Maestro el doctor Federico Pinedo; Confraternidad Argentina Nº 2 con 96 miembros y V. Maestro don José Manuel Lafuente; Consuelo del Infortunio Nº 3 con 90 miembros y V. Maestro el doctor Nicanor Albarellos; Tolerancia Nº 4 con 82 miembros y V. Maestro el doctor Bernardo de Irigoyen; Regeneración Nº 5 con 56 miembros y V. Maestro don Mariano Billinghurst; Lealtad Nº 6 con 96 miembros y V. Maestro don Antonio Zinny; Constancia Nº 7 con 24 miembros y V. Maestro don Esteban Senores; Sol de Mayo Nº 8, de la ciudad de Buenos Aires como las anteriores, con 56 miembros y V. Maestro el doctor Carlos Durand; Verdadera Iniciación Nº 9 de la ciudad de Buenos Aires, en formación; Fraternidad y Beneficencia (actualmente llamada Unión y Amistad) Nº 10 de San Nicolás de los Arroyos con 41 miembros y V. Maestro el general Wenceslao Paunero; Filantropía Nº I l de la ciudad de Rosario se hallaba en receso, Unión Italiana Nº 12 con 45 miembros y V. Maestro el doctor José Salvarezza; Obediencia a la Ley Nº 13 de la ciudad de Buenos Aires, al igual que la anterior, con 25 miembros y V. Maestro el doctor Manuel Pereda; Verdad Nº 14 de la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, con 34 miembros y V. Maestro el doctor Manuel H. Langenheim; y Dios y Libertad Nº 15 de la localidad de Los Ranchos, de la antes mencionada provincia, con 20 miembros y V. Maestro el doctor Benito Méndez González. Es decir, a veinte meses de la fecha de su fundación, la Gran Logia de la Argentina contaba con 15 Logias que agrupaban a casi 900 miembros. Ese impulso inicial lo ha mantenido a través del siglo de su existencia y ha permitido la fundación de mas de 400 Logias en el país, para agrupar en su seno a unos 60.000 miembros.
Nuestros primeros domicilios: calle Bolivar, City Hotel, ex-teatro Colon en el hoy Banco Nación
El primer asiento de la Gran Logia de la Argentina se hallaba en la calle Bolívar, donde en la actualidad esta el edificio del City Hotel. Posteriormente se traslado al primer piso del antiguo Teatro Colon, que se erigía donde actualmente se halla el edificio del Banco de la Nación Argentina, frente a la histórica Plaza de Mayo, y donde permaneció hasta la inauguración de su actual casa, el 3 de marzo de 1872. Los planos del Templo Masónico de la calle Cangallo 1242 fueron diseñados por el ingeniero Carlos E. Pellegrini, pero al decaer su estado de salud prosiguió la dirección de las obras el ingeniero Tamburini, autor del plano inicial del actual edificio del Teatro Colon, ayudado por el ingeniero Luis A. Huergo.
Desde su fundación ocuparon el cargo de Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina los siguientes ciudadanos: doctor José Roque Pérez ( l 857-1861), doctor Pedro José Díaz de Vivar (1861-1864), doctor José Roque Pérez (1864-1867), doctor Daniel Maria Cazón (1867-1870), doctor Nicanor Albarellos (1870-1875), coronel Carlos Urien (1875-1876), doctor Nicanor Albarellos (1876-1877), doctor Agustín Pedro Justo (1877-1879), doctor Vicente Fidel López (1879-1880), doctor Manuel Hermenegildo Langenheim (1880-1882), Domingo Faustino Sarmiento (188W 883), doctor Leandro N. Alem (1883-1885), doctor Valentín Fernández Blanco (1885-1887), escribano José Fernández (1887-1888), doctor Valentín Fernández Blanco (1888-1891 ), doctor José Francisco Soler (1891-1892), doctor Faustino Jorge (1 892-1893), general Bartolomé Mitre (1893-1894), doctor Juan José Soneyra Urquiza (1894-1896), general Rudecindo Roca (1896-1899), general Liborio Bernal (1899- 1900), doctor Faustino Jorge (1900-1901), doctor Emilio Gouchon (1901-1902), doctor Pablo Barrenechea (1902-190S), doctor Agustín Enrique Álvarez (1905-1906), doctor Juan Balestra (1906-1907), doctor Emilio Gouchon (1907-1911), doctor Carlos Conforti (1911-1913), doctor Enrique Jorge (1913-1914), doctor Cesar Langenheim (1914- 1916), general doctor Juan Ángel Golfarini (1916-1917), Francisco Basilio Serp (1917-1923), general Alejandro Monbello (1923-1924), Andrés Supeña (1924-1926), coronel ingeniero Carlos González (1926-1928), Fabián Onsari (1928-1936), Ricardo Pedro Carrasco (1936-1939), Fabián Onsari (1939-1945), doctor Alberto José Mazziotti (1945-19S1), Domingo Regino Sanfeliu (1951-l956), arquitecto Luis San Luis (1956-1957), doctor Agustín Jorge Álvarez (1957-1958), lan Gillespie Drysdale (1958-1960), doctor José Maria Fiorini (1960-1966), Carlos Wilson (1966-1969), Cesar de la Vega (1972-1975), Luis San Luis (1975-1976), Rolando M. Riviere (1976-1981), Carlos Wilson (1981-1987), Alejo Neyeloff (1987-1993), Eduardo A. Vaccaro (1993).
Ocuparon el cargo de Pro Gran Maestre, segundo en importancia, durante la centuria los siguientes ciudadanos: doctor Pedro José Díaz de Vivar (1857-1861), doctor Eustaquio J. Torres (1861-1864), doctor Nicanor Albarellos (1864-1867), doctor José Roque Pérez (1867-1870), Mariano Billinghurst (1870-1871), coronel Álvaro Barros (1871-1873), doctor Manuel Augusto Montes de Oca (1873-1875), coronel Enrique Baltasar Moreno (1875-1876), doctor Teófilo García (1876-1877), almirante doctor Pedro Mal lo (1877-1879), doctor Juan Mariano Larsen (1879-1880), Coronel José Natalio Romero ( l 880-1882), doctor Leandro N. Alem (1882-1883), doctor Valentín Fernández Blanco (1883-1885), doctor Manuel H. Langenheim (1885-1888), almirante doctor Pedro Mallo (1888-1889), coronel Pedro Ángel Cáceres (1889-1890), doctor José Francisco Soler (1890-1891), almirante doctor Pedro Mal]o (1892-1894), capitán de navío doctor Eugenio Bachmann (1894-1896), doctor Servando Armando Gallegos (1896-1900), profesor Francisco Felipe Fernández (1900-1901), escribano Emilio del Valle (1901 -1902), coronel Luis Maria Arzac (1902-1905), doctor Juan Balestra (1905-1906), profesor Alejandro Sorondo (1906-1907), Leopoldo Lugones (1907-1908), Fabián Panelo (1908-1910), coronel Luis Maria Arzac (1910-1911), doctor Enrique Jorge (1911-1912), doctor Cesar Langenheim (1914-1916), doctor Eduardo Ladislao Holmberg (19l6-1917), doctor Cesar Langenheim (1917-1920), general Alejandro Juan Mombello (1920-1923), escribano Antonio Rodríguez Zúñiga (1924-1926), Fabián Onsari (1926-1928), Vicente Cacciatore ( 1928-1929), doctor Arquímedes A. E. Soldano (1929-1932), escribano Tomas Bravo (1932-1933), doctor Carlos Rodríguez Brito (1933-1935), arquitecto Luis San Luis (1935-1938), profesor Benigno V. Hernández Gwyne ( l 938-1940), Pedro Alfredo Rome (1940- l941), doctor Adolfo Panigazzi (1941-1942), doctor Alberto José Mazziotti (1942-1945), Domingo R. Sanfeliu (1945-1951), arquitecto Luis San Luis (1951-1956), lan Gillespie Drysdale (1957-19S8), Optimo José Muratore (1960-1966) y José González Ledo (1966-1969).
La existencia de una entidad con más cien años de vida activa e ininterrumpida en un país joven como la Republica Argentina, que a la fecha de la fundación de la Gran Logia de la Argentina hacia apenas cuatro décadas que había proclamado su independencia y su resolución de constituirse en nación libre y soberana, es sin lugar a dudas un hecho altamente significativo, sobre todo si se tiene en cuenta la decisiva influencia que la Masonería con sus principios y a través de sus hombres ha tenido en todos los ordenes de la vida nacional.
Es comprensible que así sea, ya que en la Masonería militaron destacadas figuras de la nacionalidad. Porque en todos los países y en todos los tiempos fueron miembros de la Masonería los mas destacados ciudadanos, por ser la única institución verdaderamente neutral en los aspectos políticos y religiosos, donde en un ambiente de respecto pueden actuar libremente, expresar sus ideas y confiar sus anhelos e inquietudes, y encontrar la compresión y apoyo que a veces son imprescindibles para llevar a la practica nobles iniciativas.
Es así como se pueden mencionar 14 ciudadanos que ocuparon la Presidencia de la Nación y que fueron masones: Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Pena, Victorino de la Plaza, Hipólito Irigoyen y Agustín P. Justo. De los vicepresidentes fueron masones: Salvador Maria del Carril, Juan Esteban Pedernera, Mariano Acosta, Adolfo Alsina, Francisco B. Madero, Norberto Quirno Costa, y Julio A. Roca (H), aparte de otros ciudadanos que, en virtud de la ley de acefalita, ocuparon transitoria o circunstancialmente la vicepresidencia o ejercieron la primera magistratura, tales como Antonio del Pino, Benito Villanueva y otros.
Escritores
Sin agotar la nomina, pero a guisa de ejemplo, se dan algunos nombres mas: entre los escritores, los de Bartolomé Hidalgo, José Hernández, Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo, Miguel Cane, José Mármol, Alejo Peyret, Eduardo Wilde, José Ingenieros, Roberto J. Payró, Alejandro Korn, Leopoldo Lugones;
Periodistas
En el periodismo los hermanos Varela, los hermanos Gutiérrez, Olegario V. Andrade, Miguel Goyena, Servando A. Gallegos, Ovidio Lagos, José S. Álvarez (Fray Mocho), Joaquín V. González;
Científicos de la talla de Luis M. Drago, Juan Antonio Fernández, Teodoro Baca, Manuel Augusto Montes de Oca, Eduardo Acevedo, Oscar Doering, José Maria Ramos Mejía, Eliseo Canton, José Maria Moreno, José Miguel Guastavino, Juan Maria Gutiérrez, Ricardo Gutiérrez, Carlos Murray, Florentino Ameghino, Martín Spuch, Eduardo Logia Holmberg; e investigadores del pasado como Lucio V. López, Manuel Trelles, Antonio Zinny, Alejandro Rosa, José M. Pelliza, Adolfo Saldías, fueron masones.
Hombres de armas como los almirantes Manuel Blanco Encalada, Luis Cabassa, Bartolomé Cordero, Mariano Cordero, Edelmiro Correa, Antonio
Somellera, Daniel de Solier, Enrique G. Howard, Enrique B. García; o los generales Juan A. Gelly y Obes, Wenceslao Paunero, Emilio Mitre, Benjamín Victorica, Félix Benavides, Eduardo Broquen, Emilio Conesa, Donato Álvarez, Nicolás Levalle, Eleodoro Damianovich, Cesáreo Domínguez, Rosendo Maria Fraga, Manuel Fernández Oro, Teodoro García, José M. Francia, Eduardo Racedo, Zacarías Supisiche, Nicolás Vega, Francisco J. Reynolds, Joaquín Viejobueno, Luis J. Dellepiane, sin olvidar figuras de menor graduación pero no por eso menos recordadas y apreciadas, como Luis Piedrabuena, Luis Py, Erasmo Obligado, Clodomiro Urtubey, Santiago J. Albarracin, Felix Dufourcq o Jorge Reyes.
Hombres de teatro como Florencio Sánchez, Roberto Casaubon (conocido como Roberto Casaux), Emilio Onrubia, F1orencio Parravicini, Enrique García Velloso, Ezequiel Soria, Enrique Muiño, Enrique de Rosas, Luis Arata;
o artistas como Carlos Enrique Pellegrini, Ignacio Manzoni, Prilidiano Pueyrredón, Mariano Agrelo, Martín Boneo, Ernesto de la Cárcova, Rogelio Yrurtia.
De todos ellos y muchos otros se ofrecen breves síntesis biográficas en la segunda parte de este libro, donde se da una extensa nómina de masones de la Argentina, con indicación precisa en cada caso de la actividad masónica que hemos podido comprobar.
El criterio que prevaleció para la selección fue dar a conocer la nomina de aquellos que tuvieron destacada actuación en el seno de la Gran Logia de la Argentina durante la centuria transcurrida y de aquellos otros que forjaron la libertad y grandeza del país en los diversos ordenes: las ciencias, la enseñanza, las letras, las artes, el periodismo, las profesiones liberales, las fuerzas armadas, las actividades políticas, el campo de la producción, de la industria o del comercio y las actividades gremiales.
Me he abstenido ex profeso de incluir eclesiásticos. Esa omisión se debe al deseo de evitar que su memoria, tan querida para los masones, sean ellos obispos, deanes o simples miembros del clero regular o secular, se vea librada a la irracionalidad del fanatismo.
En cambio se han incluido los nombres de sacerdotes que en forma publica rompieron sus vínculos con la Iglesia Católica Romana. Nombres como los de Julián S. de Agüero, el doctor Emilio Castro Boedo, el doctor Celestino Logia Pera, o el doctor José E. Labbe, es innecesario no mencionarlos, ya que en su momento los casos respectivos tuvieron gran notoriedad. La Iglesia, cuyos ministros fueron, en su hora tomó las medidas que creyó convenientes y ellos supieron asumir su propia defensa en la forma brillante que se recuerda. Además se incluyeron los nombres de aquellos sacerdotes católicos cuya militancia masónica era conocida en vida de ellos, como el caso de monseñor Miguel Vidal, del capellán de las fuerzas armadas José de Sevilla Vázquez y otros.
Al rememorarse el primer centenario de la fundación de la Gran Logia de la Argentina, su Gran Maestre a la sazón, el doctor Agustín Jorge Álvarez, dijo: "La magnitud del aniversario implica la necesidad de hacer un alto en el camino para contemplar con serenidad lo ya recorrido y hacer un examen de conciencia para saber si continuamos cumpliendo o no con el mandato de nuestros mayores y luego, de acuerdo con el resultado de ese examen, regocijarnos si él nos es favorable, en caso contrario, prometer enmienda, retemplar las fuerzas, volver la mirada hacia adelante y reemprender la marcha hacia la meta ideal fijada, con anima decidido y espíritu de sacrificio.
"Como todas las instituciones humanas, sujetas a las pasiones y a las modalidades de quienes actúan en ellas, a la influencia de las sociedades en que viven, que las nutren y las orientan, las fomentan o les son hostiles – y a la acción de los acontecimientos que van tejiendo incesantemente la trama de la historia política, social y económica de su medio – es natural que la nuestra haya tenido, en cien anos de vida, sus vaivenes, sus altibajos, sus periodos de brillo y de relativa opacidad, aunque jamás perdieran sus integrantes su fe en la importancia y dignidad de ella, en la necesidad de su presencia como elemento imprescindible y fecundo de progreso social, ni desmayaran en la labor constructiva de un mañana mejor.
"Ya se ha relatado el nacimiento y desarrollo de la Gran Logia de la Argentina, cuya vida se superpone a las ultimas y trascendentales etapas de la vida nacional, ya que surge a la acción en 1857, como una necesidad de la organización del país, convaleciente de la tiranía rosista, y luego asiste a la transformación de la Nación inorgánica y desgarrada por intereses y facciones localistas, que mediante una sabia y previsora constitución, inspirada en las ideas mas generosas de la época, se integra y unifica, vigorizada en sus entrañas por el aporte de una abundante y laboriosa inmigración europea, y paso a paso avanza en el camino de la civilización y cultura, paralelamente a sus otras hermanas de América.
"Debo no obstante, mencionar las mas destacadas iniciativas y realizaciones que jalonan, a lo largo del siglo transcurrido, la marcha recorrida par nuestra institución.
"Fueron sus hombres quienes lograron el apaciguamiento definitivo de los espíritus y el establecimiento de la concordia en la crisis consecutiva a la batalla de Caseros y a la caída de Rosas; fueron ellos también quienes contribuyeron eficazmente a la sanción de la benemérita y libérrima Constitución nacional de 1853, que con ligeras modificaciones, sigue rigiendo nuestros destinos; quienes, haciendo casa omiso de temores y alarmas, con recio coraje civil, organizaron, en 1868,
la Comisión Masónica de ayuda a las victimas del cólera
que azoto a Buenos Aires y otras ciudades. Posteriormente crearon la de ayuda a las victimas de la fiebre amarilla, durante la espantosa epidemia de ese flagelo, que asolo a Buenos Aires en 1871, presidiendo el cuerpo medico el doctor Juan José Montes de Oca.
"Esta ultima comisión, que se transformaría en la famosa Comisión Popular de lucha contra la fiebre amarilla, fue presidida, con abnegación y celo infatigable, par el doctor José Roque Pérez, el primer Gran Maestre de esta Gran Logia, quien, junto con muchos otros hermanos, como Argerich, Pereyra Lucena, Keil, Guillermo Zapiola, Martinez de Hoz, perdieron la vida en el noble desempeño de su humanitario deber, voluntariamente asumido.
Terremoto de Mendoza, 1874, y movimiento armado de 1880
"Fueron miembros de esta Gran Logia quienes acudieron en ayuda de las victimas del terremoto de Mendoza o los que pusieron en pie, en 1874 así como en 1880, cuando hizo crisis en un movimiento armado el conflicto cuyo epilogo seria la fijación de Buenos Aires como Capital Federal de la Republica, un Cuerpo Masónico de Ayuda a los Heridos, germen fecundo, entre nosotros, de esa benemérita institución, de origen masónico, la Cruz Roja Argentina.
Cruza Roja Argentina, registro y matrimonio civil, Ley 1420, de educación común
Fueron también ellos quienes promovieron la discusión y aprobación de la Ley de Registro Civil y de Matrimonio Civil; quienes hicieron posible la sanción de nuestra sabia Ley 1420 de Educación Común, estableciendo la enseñanza primaria obligatoria, gratuita y laica, eficaz instrumento civilizador, e imprescindible prolegómeno de la Ley Avellaneda sobre enseñanza universitaria, que tanto ha contribuido a nuestro progreso cultural y social. Fueron ellos quienes en diversas oportunidades propiciaron la inclusión del divorcio absoluto en nuestra legislación, fueron ellos quienes propugnaron siempre la equiparación de derechos entre la mujer y el hombre; quienes han bregado por la difusión de la cremación de los cadáveres.
"En todas partes donde ha habido en la Republica masones agrupados en Logias han surgido, como testimonio de su celo y actividad, instituciones progresistas, centros culturales, bibliotecas y asociaciones filantrópicas.
Centro progresistas, culturales, bibliotecas, asociaciones filántropicas
"A la iniciativa de nuestros hermanos, quienes constituyeron los núcleos iniciales de múltiples obras de bien publica y de progreso, en todos los campos de la actividad nacional, publica y privada, se deben: las primeras bibliotecas populares que funcionaron, la primera Comisión Municipal de esta ciudad, germen de su actual gobierno comunal, la primera escuela de artes y oficios que se organizara en el país, la Sociedad Tipográfica Bonaerense, la Sociedad Farmacéutica y Bioquímica Argentina, el Colegio de Escribanos, la Sociedad Geográfica Argentina, la Sociedad Amigos de la Astronomía, la Sociedad Rural Argentina, la Sociedad Científica Argentina, la Academia de Medicina, el Circulo Medico Argentino, el Instituto Geográfico Argentino, el Centro Naval, el Circulo Militar, la Fraternidad, que agrupa y sigue agrupando a los maquinistas ferroviarios, la Fraternidad de Concepción del Uruguay, benemérita institución que ha tenido gran influencia en la formación de ciudadanos progresistas en el litoral de la Republica, la Unión Industrial Argentina, el Circulo de la Prensa, el Ateneo Iberoamericano de Buenos Aires, el Asilo de Mendigos, el Asilo de Sordomudos, el Hospital Durand, el Hospital de Niños y todos los hospitales de colectividades extranjeras que hoy brindan sus servicios no sólo a esas colectividades, sino también a gran parte de la población, y hasta la Sociedad Protectora de Animales.
"La Gran Logia de la Argentina puede mencionar también, en esta somera enumeración, la fundación y sostenimiento de una obra mode1o en su genero, el Hogar Bernardino Rivadavia, que tiene su sede en Máximo Paz, provincia de Buenos Aires, donde muchos huérfanos gozan gratuitamente de sostenimiento, vestimenta, techo y calor de hogar, y donde logran la cu1tura y la educación que harán de ellas mañana hombre libre y de buenas costumbres, dignos ciudadanos de una democracia.
"Sin vana jactancia ni exagerada ostentación, podemos, pues, lucir con la frente alta y legitimo orgullo un pasado en el que hemos dado reiteradas pruebas de nuestro patriotismo y amor a la humanidad, nuestra devoción por cuanto atañe al hombre, sus necesidades y sus derechos, y nuestra vocación altruista, filantrópica y progresista, habiendo servido al país decorosamente y con acendrada lealtad. Este pasado nos compromete a perseverar en la labor, siempre inconclusa, del francmasón, inspirándonos en el honroso ejemplo de quienes nos precedieron, esforzándonos por superarlos – si ella fuera posible – siguiendo siempre la trayectoria que ellos recorrieron y señalaron, hacia el logro de nobles y elevados ideales.
"Nuestro mejor homenaje a quienes tanto y tan eficazmente han trabajado en pro de nuestra patria y de cuantos habitan en ella debe consistir sencillamente en proseguir su obra, la que nos corresponde como entidad filosófica y escuela de ética, formadora de hombres dignos y de ciudadanos responsables, y como institución filantrópica, que persigue el logro de un mundo mejor, mas tolerante y mas justo, pues la igualdad y la fraternidad no pasaran de amables utopías mientras persistan la miseria, la ignorancia y la superstición. Continuaremos nuestros trabajos ciñéndonos al ritual que nos vincula a la tradición masónica universal, teniendo como objetivo primordial el perfeccionamiento individual con un sentido eticista. Coincidimos con Julian Huxley, el gran biólogo ingles, en su orgullosa afirmación de que ‘la personalidad humana es el producto supremo del Universo’ y en que ‘la tarea más vital de la era actual es la de formular una base social para la civilización, destronando a los ideales económicos y reemplazándolos por ideales humanos’. Ninguna institución se halla en mejores condiciones que la nuestra para intentar esa magna tarea.
"Pese a los augurios pesimistas de muchos espíritus, respecto del porvenir humano frente a la liberación de la energía atómica, mantendremos incólume nuestra confianza en la ciencia, y en la posibilidad de que, con su auxilio, pueda el hombre llegar a resolver sus angustiantes problemas de toda índole. Debemos procurar, por todos los medios, que el útil ice los inmensos recursos que la ciencia y la tecnología le ofrecen, no para su propio aniquilamiento, sino en favor del bienestar, de la concordia y de la paz universales.
"Seguiremos combatiendo, pues, la ignorancia y el analfabetismo, y procuraremos que cada vez penetre mas luz en mayor numero de cerebros. Es menester que el hombre común, el hombre de la calle, posea un mínimo de conocimientos científicos para poder neutralizar la influencia perniciosa de la superstición y de los prejuicios, y poder tomar conscientemente partido en las grandes decisiones publicas libradas al juicio de la mayoría. Insistiremos incansablemente en la necesidad de ‘educar al soberano’, esa frase lapidaria que acunara e1 Maestro de América, nuestro ilustre predecesor en esta Gran Maestría, don Domingo Faustino Sarmiento, y que constituyera su constante leitmotiv.
"Nuestra posición, en lo que respecta a los grandes problemas nacionales e internacionales, puede resumirse en la defensa de tres objetivos capitales, la democracia, la libertad y el laicismo.
"Defendemos la democracia porque entendemos que es la forma de gobierno ‘del pueblo, por el pueblo y para el pueblo’ que mejor puede servir a una sociedad progresista y en la cual el individuo – el ser humano – cuenta con mas probabilidades de ver respetados sus derechos frente al Estado.
"Defendemos la 1ibertad porque consideramos que es la condición sine qua non para el desarro1lo integral de la personalidad humana; porque, como lo expresara en forma sintética Albert Camus, el gran escritor francés, 'la libertad es la posibilidad de ser mejor. La esclavitud es la certeza de lo peor...’. Y a1 hablar de 1ibertad no solo nos referimos a la 1ibertad material, sino también a esa otra, más sutil y más difícil de alcanzar, la libertad espiritual. 'Una y otra están estrechamente vinculadas entre si’, dice Albert Schweitzer, uno de los mayores valores de la humanidad actual. ‘La civilización presupone hombres libres, pues solo mediante hombres libres puede ella ser concebida y realizada.’ Sin libertad, agreguemos nosotros, es inconcebible una verdadera fraternidad.
"Para consolidar la libertad y darle su cabal valor, estimamos necesario bregar por que en el mundo alcancen una real vigencia los derechos humanos, proclamados en e1 siglo XVIII y definidos y aprobados por la Asamblea de las Naciones Unidas, en Paris, el 10 de diciembre de 1948.
"Defendemos el laicismo, la neutralidad religiosa del Estado, con todas sus consecuencias: separación de las Iglesias y el Estado, enseñanza publica laica, control gubernamental democrático de la enseñanza privada, matrimonio civil, secularización de los cementerios, etc., porque el laicismo es inseparable de la libertad de conciencia y de cultos. Solo él puede garantizarla.
"Creemos que el hombre es perfectible física, mental y moralmente, y a su perfeccionamiento dedicamos lo mejor de nuestras energías; sabemos que de ese perfeccionamiento depende el progreso social, que no solo concebimos en su faz material, sino muy especialmente en su faz ética.
"Encierran una gran verdad estas palabras de Logan Pearsall Smith: 'La conducta moral de algunas personas esta dictada por el temor a Dios, la de otras por el temor al agente de policía y la de otras por el temor de sí mismas’. Aspiramos a que estos pocos últimos se conviertan en la mayoría de la especie humana. Cuando ello ocurra nuestro destino sobre el planeta habrá cambiado y reinaran para siempre la paz y la concordia.
"Es posible que alguien pueda considerarnos como retardatarios que todavía no han logrado librarse de la euforia cientificista de fines del siglo pasado. Nosotros creemos, por el contrario, que los constantes hallazgos de la ciencia deben afirmarnos en nuestro optimismo.
"He de recordar a ese respecto un concepto de un critico ingles a) referirse a la biografía de un masón famoso, el Marques de Lafayette, que puso su brazo al servicio de las dos grandes revoluciones libertadoras del siglo XVIII, la norteamericana y la francesa. Dice así: ‘Los hombres denodados, obstinados, algo estúpidos y perfectamente honorables, que tienen una fe ciega en la libertad y en la perfectibilidad de la humanidad, son ridículos; por otra parte, gracias a ellos, y únicamente gracias a ellos, existe la posibilidad de civilizar la política del hombre y mejorar su suerte’. Nos contamos entre esos hombres ridículos y algo estúpidos, y a mucha honra."