La diplomática argentina Elena Holmberg fue secuestrada y asesinada por grupos operativos de la Escuela de Mecánica de la Armada, que cumplían órdenes del ex almirante Emilio Massera. Esta es la hipótesis del libro "Elena Holmberg. Historia de una infamia", escrito por sus hermanos, difundido en estos días, y que se convierte en otro testimonio de vital importancia sobre los años del último gobierno militar.
Si bien señala que una "conjura de silencio" impidió conocer exactamente lo sucedido, la hipótesis, sostenida por primera vez con tanta contundencia, constituye la tesis central del libro, que reconstruye los pormenores del secuestro, el asesinato y la frustrante investigación que finalmente no arrojó culpables.
Para fines de 1978, cuando Holmberg fue secuestrada en Buenos Aires, Massera sospechaba que había accedido a información que lo comprometía, plantea el libro. Sobre todo, su pertenencia a la entonces desconocida logia masónica Propaganda Due, que dirigía el "venerable" Licio Gelli, y sus relaciones con jefes montoneros en el exilio, de quienes presuntamente recibía dinero.
A casi 25 años del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el relato repasa uno de los crímenes más escandalosos cometidos durante la última dictadura militar.
Holmberg, cuyo cuerpo apareció flotando en las aguas del río Luján, en el Tigre, el 23 de diciembre de 1978, había revistado como personal de la embajada argentina en París hasta pocas semanas antes de su secuestro.
La capital francesa iba a ser su primer y último destino en el exterior, y desde allí había accedido a ciertas informaciones que la llevarían a la muerte.
"Elena sabía todo sobre Massera, y la hipótesis del libro es que la mandó a matar él", dijo ayer a La Nación Eugenio Holmberg, uno de los seis hermanos de la diplomática, sobre quien recayó buena parte de las gestiones que la familia hizo para tratar de salvarla.
En París, Holmberg había asistido a la formación del Centro Piloto, un organismo creado por los marinos de la ESMA, que con el pretexto de contrarrestar la "campaña antiargentina" y vigilar a los exiliados servía para fomentar el proyecto político personal del entonces almirante Massera.
Durante la investigación judicial del asesinato, su superior en París, el embajador Tomás de Anchorena, admitió que "advertimos que los oficiales de Marina Vilardo y Yon (del Centro Piloto) se dedicaban más a servir los intereses políticos del almirante Massera que a cumplir los objetivos de información previstos", según puntualiza el libro.
Esta situación había provocado fricciones entre los marinos y la diplomática, y por presión del jefe de la Armada, Holmberg fue trasladada a Buenos Aires a mediados de 1978.
Para cuando regresó al país, Holmberg, de 47 años y con hermanos y tíos militares, entre ellos el ex presidente Alejandro Agustín Lanusse, ya sabía cosas que le costarían la vida.
Holmberg fue secuestrada por dos hombres a las ocho de la noche del 20 de diciembre de 1978, a las puertas de un garaje de la calle Uruguay, entre Santa Fe y Marcelo T. de Alvear.
Según sabrían luego sus hermanos de boca del jefe de la Policía Federal, el general Ojeda, "en este episodio se ven las manos de Chamorro (el almirante que dirigía la Escuela de Mecánica) y de los delincuentes de la ESMA, que se creen los dueños del país".
Ese sería el primero de una serie de indicios que la familia Holmberg acumularía en los días siguientes al secuestro, y que incluirían elípticos comentarios como el del general Roberto Viola ("la investigación no puede avanzar ante paredes que se levantan y factores que impiden ese avance") y una tajante opinión del ministro del Interior, Albano Harguindeguy, que luego diría no recordar: "Esto es cosa de ese negro hijo de p... de Massera".
Según declararon en la causa por el asesinato Gregorio Dupont y Gustavo Urrutia, dos compañeros de Holmberg, la diplomática habría dejado saber que tenía una foto de Massera con Firmenich en París, presumiblemente durante un encuentro que ambos habían mantenido en el hotel Intercontinental de la capital francesa.
Holmberg también habría estado al tanto de viajes clandestinos de Massera a Francia, Rumania e Italia, y de una misteriosa empresa que, en las afueras de París, tenía un ex dirigente de Udelpa, que habría servido para encubrir negocios del almirante.
En "Historia de una infamia", los hermanos de Elena Holmberg vinculan el asesinato de la diplomática, además, con los crímenes de los periodistas Horacio Agulla y Fernández Pondal, y del embajador argentino en Venezuela Héctor Hidalgo Solá.
Los dos periodistas y el diplomático sabían lo mismo que Holmberg: que el jefe de la Armada negociaba con los jefes montoneros, y que éstos le habrían dado 1.400.000 dólares para ayudar a financiar su afiebrado proyecto político.
El libro, sin mención específica de autor ni de editorial, recorre el expediente de la causa, relata las gestiones familiares para dar primero con la secuestrada y luego para esclarecer su muerte, y termina con una apelación intimista: "Han pasado 20 años desde tu asesinato, y las insólitas consideraciones del general Viola sobre "la conjura de silencio", "las paredes y factores actuantes" y tantas otras excusas tan pueriles como inadmisibles han logrado impedir que se identifique a los autores de tu asesinato que, sin duda, son los mismos que perpetraron los crímenes de Hidalgo Solá, Agulla, Fernández Pondal, Dupont y tantos otros que quedaron en el anonimato".