La guerra del Chaco enfrentó, entre los años 1932 y 1935, a Paraguay y Bolivia, que contendieron por el dominio de las extensas tierras del Chaco boreal.
Orígenes y evolución
El origen de la guerra fue la necesidad de Bolivia de abrirse paso hacia la costa atlántica, ya que a fines del siglo XIX, tras la guerra del Pacífico (1879-1884), Chile había ocupado la costa boliviana en el gran océano. En el conflicto intervinieron indirectamente compañías petroleras extranjeras que se disputaban el control financiero de la región del Chaco mediante concesiones para efectuar prospecciones.
Debido a esto, la Standard Oil, norteamericana, y la Royal Dutch Shell, empresa angloholandesa, procuraban ayuda militar y financiera a Paraguay, mientras que Gran Bretaña apoyaba a Bolivia. Este último pais recibió fuerte apoyo e instrucción militar alemana
Ante la perspectiva de un eventual hallazgo de grandes bolsas del preciado crudo, la zona del Chaco fue cubierta de fortificaciones militares, tanto bolivianas como paraguayas. En un primer momento, el enfrentamiento se limitó a pequeñas refriegas que incrementaron sucesivamente su intensidad hasta que penetraron en la región grandes contingentes de tropas.
Operaciones militares
En 1932, la guerra estalló abiertamente tras el ataque del ejército de Bolivia al fortín paraguayo de Boquerón. Paraguay envió al teniente coronel José Estigarribia para recuperar el mencionado acuartelamiento.
La resistencia del ejército boliviano, bien adiestrado por el general alemán Hans von Kundt, fue notable, pese a que la mayor parte de los soldados eran indios que habían sido reclutados forzadamente.
La resistencia del ejército boliviano, bien adiestrado por el general alemán Hans von Kundt, fue notable, pese a que la mayor parte de los soldados eran indios que habían sido reclutados forzadamente.
El ejército de Paraguay, al mando de Estigarribia, tenía peor preparación, pero contó con la ventaja del conocimiento del terreno y se enfrentó al enemigo con moral de victoria.
Mientras las tropas paraguayas avanzaban sin encontrar oposición, Bolivia replegó sus fuerzas para iniciar una ofensiva concentrada contra el fortín Nanawa, de gran importancia estratégica. Animado por sus victorias, el gobierno paraguayo declaró oficialmente la guerra a Bolivia el 10 de mayo de 1933. La sustitución de Von Kundt por el general Enrique Peñaranda al frente de los ejércitos bolivianos no supuso avance alguno en el curso de los enfrentamientos. Tras la derrota de Ballivián en noviembre de 1934, los bolivianos se vieron obligados a replegarse. Su presidente, Daniel Salamanca, claudicó ante el gobierno de Paraguay, aunque posteriormente se registraron nuevos contraataques.
El 12 de junio de 1935 se firmó un armisticio inicial, a instancias de ambos contendientes, por el que se declaraba finalizada una guerra en la que las pérdidas materiales y de vidas humanas fueron ingentes.
Diversos estados mediaron para encontrar soluciones pacíficas que paliaran los efectos de la guerra. Se constituyó una Conferencia de Paz del Chaco integrada por Argentina, Chile, Perú, Brasil, Uruguay y los Estados Unidos, que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires en el año 1938. El 21 de julio del mismo año se firmó el definitivo tratado de paz, por el que Bolivia consiguió la ansiada salida al mar con la concesión de un corredor al río Paraguay y acceso al Puerto Casado, y Paraguay la soberanía sobre la mayor parte del Chaco boreal.
Diversos estados mediaron para encontrar soluciones pacíficas que paliaran los efectos de la guerra. Se constituyó una Conferencia de Paz del Chaco integrada por Argentina, Chile, Perú, Brasil, Uruguay y los Estados Unidos, que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires en el año 1938. El 21 de julio del mismo año se firmó el definitivo tratado de paz, por el que Bolivia consiguió la ansiada salida al mar con la concesión de un corredor al río Paraguay y acceso al Puerto Casado, y Paraguay la soberanía sobre la mayor parte del Chaco boreal.
El costo de esta terrible experiencia fué extremadamente alto: en números redondos, se contaron 65.000 bajas del lado boliviano y 35.000 del paraguayo. Cabe aclarar que gran parte de las bajas bolivianas fue por deshidratación. Paraguay, que en ese momento era una de las naciones más pobres del planeta, apenas podía equipar a su ejército con armas de mano, no tenía aviones ni artillería, y era impensable algo tan exótico como tanques o aviones avanzados. Bolivia, por otra parte, tenía créditos considerablemente mejores al exterior y se podía permitir tales lujos.
No obstante, ambos países hubieron de enfrentarse a continuación a grandes dificultades económicas derivadas de los constantes y cuantiosos gastos militares que el conflicto había generado.